lunes, 12 de mayo de 2014

Apenas recordaba el brillo de sus ojos, el blanco de sus dientes que la deslumbraba al sonreír.
Ya no recordaba el sonido de su voz, ni el calor de sus abrazos.
Hacia tanto que no sabia de él, que casi ni recordaba su nombre.
Su dirección yacía borrosa en la memoria, el tacto suave y liso de su pelo era un recuerdo ya muy lejano.
Se habían Convertido en un par de extraños.
Lo único que le dejó fueron un par de recuerdos de aquellas tardes vagabundeando por la ciudad, una fotografía mal enfocada y el sabor amargo de la despedida.
Fulminantes, así fueron las ultimas palabras. La atravesaron el corazón como si se tratara de puñales bien afilados.

Ahora recorre sola esas calles. En la esquina donde se besaron por primera vez había un gato negro aseándose, un trozo de papel arrugado y sus iniciales talladas con las llaves en el tercer ladrillo de la décima fila empezando por abajo.
Su almohada seguía oliendo a él, o eso creía, porque ni siquiera se acordaba de su olor.

Él tenía razón, iba a desaparecer y desapareció. Sin dejar rastro alguno, solo recuerdos borrosos.

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