martes, 22 de abril de 2014

Envuelta entre sábanas y edredones, protegida por un centenar de cojines. Ahí estaba ella, fumando el último cigarro de la cajetilla, mirando por la ventana, dejando que la suave brisa le revolviera el pelo y dejando que el sol bañara su piel con su calor.
Estaba muy a gusto. Eran los cinco minutos de paz que podía permitirse a lo largo de la semana.
Esos cinco minutos eran los únicos que tenía para desconectar, para estar con ella misma, conocerse y pensar en sus cosas.
El resto de horas que componen las semanas las dedicaba a los demás. Hacía suyos los problemas ajenos y se convertía en "Superwoman", creyendo que podría solucionarlos y hacer felices a todos. Así le sucedió.
Tanto dar de sí, tanto pensar en los demás y su bienestar, hizo que se descuidara de sus propios problemas y sentimientos. Tanto pensar y estar pendiente de los que la rodean hizo que dejara de conocerse.
Sabía su nombre porque estaba escrito en su DNI, sabia que era miembro del club del restaurante de enfrente de su casa gracias a la tarjeta de socio que guardaba con las demás tarjetas de crédito y el carnet de la biblioteca de su barrio.
Lo poco que sabe de ella, se encontraba oculto en su cartera.
Pero la billetera no alberga sentimientos, en el bolsillo de las monedas no se encuentran los problemas de su día a día.
Poco a poco dejo todo eso de lado, se dejo de lado a sí misma, para ayudar a los demás en todo lo posible.
Y sí, así la sucedió. Mientras ayudaba y curaba a sus mas allegados, no se daba cuenta de que ella iba destrozándose y muriendo en su interior.


Lo sabía todo de todos, pero de ella no sabía de la misa la mitad.

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